martes, 11 de noviembre de 2014

CEMENTERIO MUNICIPAL DE VALENCIA

Cementerio Municipal de Valencia; Un Sitio Para Quedarse El único camposanto donde los carabobeños que aprecian su historia, desean entrar y no salir hasta conocer todas las tumbas que allí se encuentran, las cuales tienen características de gran interés histórico que no podemos encontrar con facilidad en cualquier otro sitio Valencia, noviembre 11 (Alejandro Ehnedi).-En la vida hay eventos que no son seguros, e inclusive, muchos afirman que lo único seguro en ella es la muerte, según dicen, irremediablemente la esperamos. Es por ello que a la muerte se le constituyen hermosos lugares, no para adorarle, ni tampoco para tributar a un difunto, sino para recordar con respeto a todos aquellos quiénes han participado irremediablemente en la historia de esta vida, estos son todos los humanos nacidos, que con su sola concepción ya han dejado una huella imborrable en las incontables páginas de la historia de este lugar. El Cementerio General o Municipal de Valencia, se encuentra ubicado irónicamente muy cerca de la Ciudad Hospitalaria Dr. Enrique Tejera; el hospital más importante del estado Carabobo, tiene más de 200 años de historia, su construcción empezó en 1805 tomando como referente el de Père Lachaise de París. El origen del Cementerio Municipal de Valencia, parece encontrarse en las peticiones cursadas por el Intendente corregidor, Don Cayetano de Urbina, en abril de 1787 como petición del cumplimento a la Real Cédula de Carlos III que prohibía los enterramientos intramuros, y es así como posteriormente se da comienzo a lo que es hoy día el Cementerio municipal de Valencia. Fue proyectado en 1805 por los arquitectos municipales Manuel Blasco Rivero y Cristóbal Sales e inaugurado en 1807. Inicialmente, se trataba de un recinto rectangular de unos 3.200 m² destinado a fosa común, con un único acceso centrado en su muro, este del que partía un paseo central que dividía el espacio en dos cuadros y que finalizaba en una capilla, situada en el fondo, aproximada a su muro Oeste. En 1808 se construyen los primeros pabellones de nichos (concavidad que se utiliza para colocar a los fallecidos), dispuestos rodeando el conjunto y tras la Iglesia, manteniendo en el centro del recinto el espacio para sepulturas. Tras el alzamiento contra los franceses, el cementerio fue abandonado y convertido en corral para ganado. La primera ampliación del cementerio municipal se realizó en el año 1860, hacia el oeste, quedando la capilla dispensa, justo en el centro del conjunto, se amplió el número de manzanas de los cuadros a partir de la construcción de los dos primeros panteones; iniciando con el famoso pintor español Juan Bautista Romero, quien obtuvo en 1795 el primer premio de flores de la Academia de San Carlos en 1846, para posteriormente comenzar a generalizarse la construcción de monumentos y mausoleos para las familias más adineradas de la ciudad. Las ampliaciones continuaron hacia el sur con la construcción, en 1880, del “patio de las columnas”, denominado así por encontrarse circundado por un pórtico dórico (espacio arquitectónico conformado por una galería de columnas adosada a un edificio) de 170 columnas proyectado por los arquitectos Joaquín María Arnau Miramón (considerado el arquitecto más importante del romanticismo ecléctico valenciano) y su ayudante Francisco Jareño; arquitecto encargado por el Ministerio de Fomento de las obras de la Biblioteca y Museo Nacional. En el centro del patio del cementerio se encuentra la “cruz del cólera”, de Antonio Ferré (1892), la cual se erige en recuerdo a las víctimas de las siete epidemias del cólera sufridas en el siglo XIX, especialmente la de 1885 en la que murieron más de cinco mil personas, quedando el espacio central dividido en cuatro cuadros destinados a panteones. A esta ampliación siguió el Cementerio Civil (1892), al sur, y el “patio de las palmeras” (1907) al norte. El cementerio general de Valencia ocupa actualmente una superficie de 318.000 m², aproximadamente, desde el principio se trataba de un recinto cerrado por un muro de mampostería y ladrillo sobre los pabellones de sepulturas, donde en el espacio central se disponían los enterramientos, en fosas comunes, para las personas sin recursos. Las ampliaciones del cementerio se sucedieron, en un principio, mediante la adición de patios rectangulares organizados tipológicamente en forma de claustro conventual y articulados por pasadizos conformados por arcos rebajados de ladrillo. Más recientemente, se han ido ejecutando mediante la construcción de pabellones de nichos dispuestos bajo el criterio del máximo aprovechamiento del espacio disponible. Con el tiempo, los terrenos destinados a fosas comunes han sido ocupados por panteones, mausoleos y tumbas o, exhumados los restos que contenían, por nuevos pabellones de nichos. Los Nombres Más Sonados Hoy Día Son Olvidados Montes de Oca, Santander, Fernández, Araujo, son unos de los apellidos que bautizan los pabellones más llamativos de la necrópolis de la ciudad de Valencia en Venezuela, donde la mayoría de ellos están compuestos por enormes láminas de granitos importados en su gran parte, de colores muy claros, con el agua filtrándose gota tras gota, producto del olvido, el mismo que va de la mano con el de las puertas y escaleras que tienen años sin abrirse y las domina un candado cuya marca se desconoce, perdido en el óxido al igual que el resto de los metales, son las características vigentes que componen la realidad de los pabellones “burgueses del Cementerio Municipal de Valencia”. El pabellón más resaltante es el de Rosario de Montes de Oca, madre de Fray Salvador Montes de Oca, ilustre párroco valenciano muerto en Italia durante la II Guerra Mundial y además su nombre muestra una avenida de nuestra ciudad. Según las fechas que se leen sobre la lápida de su tumba, dicha dama nace el 28 de diciembre de 1863 y muere el 25 de mayo del año 1934, fecha que data la tumba. Es una de las construcciones más perfectas en el lugar: un ángel de mármol sobre un cofre sosteniendo un libro y una cruz, señalando esperanzas de salvación. Un poco descuidada se encuentra una de las tumbas más interesante del camposanto, la de Federico Fernández Feo y su familia. Entre estos, se encuentra el nombre del prócer de la Independencia José Ramón Fernández Feo, nacido en 1790 y muerto en 1872, quizá la tumba más antigua del conjunto, muy cerca de esta tumba, con una distancia no mayor a ocho metros, a poca distancia de un árbol de samán de más de 100 años de antigüedad y las dos aceras que dividen las tumbas se encuentra otro sarcófago importante; la tumba de Carlos Uslar y su familia, en la cual se denota gran gusto en las decoraciones, no en vano siendo éste uno de los más destacados próceres de la Independencia. Además en el camposanto de Valencia puedes encontrar al caminar entre los Samanes, Cedros y Caobos milenarios que dan a este lugar un toque de tranquilidad junto a sus manzanas largas y armónicas que te cansan de solo ver los mausoleos, no solo están los espacios de los próceres y burgueses, sino que también la del pintor Salvador Abril, el político y escritor Vicente Blasco Ibáñez, el cual primeramente fue enterrado en Francia, pero en octubre de 1933 sus restos fueron trasladados a Valencia en el buque Jaime I. El ataúd de madera fue construido por Mariano Benlliure y tenía la forma de un libro, así como también los restos del gran pintor Joaquín Sorolla, cuyas obras se encuentran por todo el mundo. Una Historia Para Creer El señor Eugenio Colmenares, de aproximadamente 1,40 centímetros de estatura, de piel oscura, cabello canoso, ojos claros y muy amable, es quien labora en la necrópolis de Valencia desde hace 23 años, se puede hablar claramente con el sobre la historia completa del cementerio y gustosamente responderá a cada una de las preguntas con una réplica totalmente bibliográfica, pero al momento de nombrarle la tumba del “Negro Antonio” solo responde “quien lo quiera conocer por allá esta su tumba, a mí me dejan por aquí mejor”. El 19 de mayo de 1965, El Carabobeño tituló principalmente con; “Ayer, en Nueva Valencia, muerto a tiros el Negro Antonio” quien llevaba meses huyendo de la ley por distintos cargos de los cuales había sido acusado injustamente, así lo reflejó una columna el 21 de mayo de 1965 de El Carabobeño, donde centenares de personas lloraban su muerte y se quejaban de la injusticia de este “Robin Hood valenciano”, el cual en su vida de prófugo vivió desde muy cerca las calamidades de los pobres y decidió dar un cambio a diferentes familias sumamente hambrientas, concluyó comenzar a desvalijar a ricos para ayudar a estos, convirtiéndose así en un prófugo al que todos querían y anhelaban por un lado y por el otro el fugitivo se había convertido en un personaje terrorífico para los campesinos de Carabobo, Guárico y Cojedes, y era acusado de haber dado muerte a una docena de personas en nueve meses. Miguel Ángel Barrios, mejor conocido como “El Negro Antonio” fue sepultado en la tumba 136 de la manzana B en el Cementerio Municipal y luego de 45 años, me encuentro frente a la capilla que le han levantado en el Cementerio Municipal de Valencia a Miguel Ángel Barrios, quien se ha convertido en el rey del cementerio y una figura de devoción, de hecho la tumba más recorrida de todo el Cementerio Municipal y con mayor relevancia en cuanto a visitantes de distintas partes del país. En el cobertizo, junto a la puerta de hierro que resguarda el pequeño espacio construido con bloques de cemento y techo de zinc, hay una cuerda que el visitante debe estirar para entrar, lo hago muy alumbrado, al entrar suena la campana y se produce ese repique agudo que retumba en el silencio del camposanto. Justo allí comienzo mirar la cantidad de placas, adornos, flores, botellas de distintos licores, agradecimientos a los favores recibidos, cientos de objetos. “Bienvenidos al Santuario del Negro Antonio”, se lee. luego la normativa del panteón: Prohibido fumar tabaco, prohibido el consumo de bebidas alcohólicas, no derramar líquidos sobre la tumba, no sustraer imágenes, no hacer ofrendas con dinero, mantener limpio el piso de la capilla. Cada persona que se dirige al sitio sabe su petición; unos lo hacen para graduarse en la universidad, otros lo invocan con la certeza de encontrar protección, salud, empleo, casas, vehículos. Parece que los muertos ayudan más que los vivos yo por mi parte le brindo respeto, saludo y mi compañía que quizás sea la primera y la última vez que lo haga. Visitar el camposanto municipal de Valencia, es más que una aventura, o quizás una despedida de algún ser querido, es conocer sobre nuestra historia, entre tumbas y avenidas largas, rodeados de árboles se encuentran descasando en paz aquelolos valencianos que han sido parte de la historia de nuestra ciudad, al visitar este sitio siempre te esperaran a las afueras un centenar de comerciantes, debajo de un techo azul para ofrecerte una gran gama de flores, de todos los tipos y colores para adornar alguna tumba en especial y si de calor se trata, pues “El Heladero de la Polar” te puede ofrecer en su carrito de helados y con su uniforme de “Tío Rico” una negrita o una catira bien fría para pasar el calor.

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